viernes, 29 de agosto de 2014

Difícil

Eso es lo difícil.


Pensar,
que hay más de un hombre feminista, 
y olvidarse,
de todas las mujeres machistas en el yan, 
y oponerse,
al atraso y al rencor, 
osar y atreverse, 
a versar sobre la fe inversa, 
la difícil, la imposible,
la no escrita, y atreverse,
a ver en los suelos el hambre,
y esperar que habrá cena,
a creer en las manos de las manos, 
y en tu triste especie,
y venderse a lo estúpido,
rezar a lo vivo y existente,
y saber que seguirá vivo.

Eso es lo difícil.

Nadie nos dejó manual de uso,
no hay Biblia para el ateo, 
hay que joderse, y joderse,
y soportar que nos digan:
“No tenéis fe ni la conocéis”

Cuando lo difícil es creer,
sobre todo,
en el hombre como especie,
y mirando sus caras,
pensar que hay esperanza.

Eso es lo difícil.

Ver el arma apuntándote,
y mientras la bala se acerca,
oír en tu interior, que,
al menos algo,
cambiará cuando mueras.

Mirar desde el suelo,
en el último aliento,
los ojos de tu asesino,
con un halo de comprensión.

Eso es lo difícil.

Creer en el hombre como especie,
y absolutamente nadie,
ni religión ni supuesto dios,
nadie, repito, NADIE,
nadie puede enseñarme lo que es la fe.

Eso,
es,
lo,
difícil.

lunes, 21 de abril de 2014

Tic - tac

No importa lo que hagas.
A la hora de llegar siempre es pronto,
lo de no dormir no alarga los días,
y pasan,
aunque no pase nada.
Me paro,
pero, el mundo no lo hace,
entre mareos saco la cabeza,
respiro,
lo siguiente,
vomito.
Es, que el aire intoxica,
las sombras son de humo,
están quemados los segundos,  

todos, son el mismo repetido.

lunes, 10 de marzo de 2014

Trincheras

Ahora está de moda concienciar,
en Internet, 
todo el mundo apoya algo.
Desde su sofá.

O se quejan en los bares 
de los precios,
mientras suenan cucharillas de fondo.
De cafés pagados.

Basta una frase sobre lo malo que es algo
para que se abracen a cualquier movimiento.
Durante un minuto al día.

La gente reivindica un planeta limpio,
través de su Android.
Mientras planta un pino,
marrón,
 en el retrete.

Llueven tiempos crueles,
como casi siempre en alguna parte,
cuando no lo sabíamos.

Pero ahora,
estoy tan mojado de cruel actualidad,
que es difícil escapar de las lecturas,
o del tintineo.

Y aunque apoyo, 
en lo que creo,
desde mi café y mi sofá.
Cada vez más,
aprendo a no quejarme
de aquello por lo que no me ensucio,

al menos,
hasta despejar la duda,

por que no sé,
 si es más injusta una guerra,
que pedir paz,
desde la trinchera.



viernes, 7 de marzo de 2014

Materia


Tengo una colección de colecciones inacabadas, 
una innumerable cantidad de discos estropeados, 
el papel de regalo, de regalos que ni recuerdo, 
y mil poemas que terminan en puntos suspensivos...

Tengo un envoltorio y un caramelo que no coinciden, 
y una montaña de bolígrafos que no escriben. 
Por supuesto que tengo una caja de mecheros que no encienden, 
y en alguna parte una botella de gas para mecheros vacía. 

Tengo una casa que no es mía pero que habito, 
unos hábitos inservibles e indecorosos, 
un síndrome de Diógenes endógeno y latente, 
y un cajón lleno de llaves que no abren nada. 

Guardo juguetes con los que nunca juego, 
libros que nunca he leído, películas que nunca veo, 
y alguna sustancia que nunca consumo. 

Suelo lavar una taza en la que no bebo, 
también lavé ropa que no me pongo, 
tengo cosas que no se para que sirven, 
y cosas que ni se cómo narices se llaman. 

Todas estas piezas son objetos de desecho,
cosas que nadie guardaría
pero que muchos guardamos.
Son recuerdos que reiteran,
que entre tanta materia,
lo material,
nos importa una mierda.

martes, 4 de marzo de 2014

Misiva condicional

Si pudiera llegar a la segunda capa de tu piel,
si pudiera en ella posar un pensamiento.
o si pudiera plantar una semilla en un rincón de tu cerebro.

Si no se quedara en un leer, si pereciera el infinitivo,
si sucumbiera el participio al gerundio
o si fuera el “aún” sustituto eterno del recuerdo.

Entonces puede que de la luz, de la vida, o de la muerte,
de lo que me arrestas o de lo que te quise,
o de todas las cosas del presente simple.

Entonces tal vez sobre,
en un sobre,
sobre tu mano,
mi corazón plano de literatura.

La pelota

Al contrario que la mayoría de la gente yo no me siento envejecer, solo algunas acuciantes veces, así como de repente me invade la sensación de ser muchísimo mas viejo de lo que yo me siento ser.

Una de esas veces caminaba por la acera cuando una sombra esférica se cruzó en mi camino y antes de que pudiera deducir que se trataba de un balón una voz salió impetuosa de la muralla colindante:

-¡Eh!, !Señor! ¿Me puede tirar la pelota?

Entonces hice lo mismo que aquellos señores que me devolvían el balón a través de la tapia de mi colegio, lo cogí con improvisada agilidad lo lancé suavemente a la altura de mi cintura y mientras estaba en el aire le endiñe una patada gritando:

-¡Ahí va!

Esa era la sensación, pensé que con aquel esférico lanzaba también mi último atisbo de juventud, sin embargo hoy, un evidente anciano de esos refunfuñantes que reclaman respeto por el mero hecho de cargar con x años, uno de esos que siempre llaman chaval a cualquier hombre maduro, ese anciano ha reclamado mi atención:

-Disculpe señor, ¿Me diría usted que hora es?

-Las doce y media.

Y ahora si, con la hora se fue la juventud que ni creía ya tener.

No es triste ni me lo tomo a pecho ya que la filosofía que aplica cada uno a la lingüística de la calle es relativa, además para el que no le guste hacerse mayor sirve cualquier excusa como llevar barba para explicar que ya nadie te tutea, pero me doy cuenta que quizá es una de las razones de porque la gente como yo sigue teniendo amigos a mi edad, y es que solo ellos te tutearan siempre poniendo en voz alta la juventud que te queda.

Ahora solo me queda esperar y quizá esa sensación solo la vuelva a tener el día que me llamen “padre”, entonces la gente políticamente correcta seguirá sin entender que mi hijo me llame por mi nombre de pila, que les jodan, no hay que negarse la juventud por el ínfimo hecho de cumplir años ni hay que exigir el respeto por un trabajo tan simple como heredar responsabilidades.

Por eso, quitando esa breve sensación miro el resto del mundo, a los jóvenes opositores a policía que no se porque coño abundan tanto últimamente, a esas parejas de veinte años presas ya de hipotecas, miro alrededor y hasta que alguien me llama de usted no puedo entender porque se marchitan con tanta voluntariedad y con tanta prisa, por eso siempre he sido así, el amigo mayor, o la mala influencia, pero también la luz al final del túnel.

lunes, 24 de febrero de 2014

Ordinaria locura




Parte 1

En cada una de las insignificantes cosas que me “arrebatan”,
encuentro, a veces, tanta importancia, que absurdamente,
lo supuestamente importante resulta que no me importa.

En cada situación bien resuelta, resulto impotente,
falta de fe que me hace creer solo en la casualidad,
al final solo me siento orgulloso de no sentir orgullo.

Otras veces celoso de no sentir celos y perder alguna cosa,
por poseerla con la impropiedad del que reniega sobre la propiedad privada.

Así ando en este confuso mundo de contra-conceptos,
envidioso de no sentir envidia,
cansado de estar cansado porque no me canso.

Comprenderán entonces que mirando una mariposa me olvide de nacer,
que ella se fue con otro porque casualmente me quede mirando su espalda,
que mientras se iba me distrajo la lluvia y por devolverla a cubazos al cielo,
me aticé en la cabeza.

Ahora no recuerdo demasiado…
que no llore en el velatorio de algún primo hermano,
pero sollozaba con un libro de un tal Luca de Tena,
que no supe escucharte porque me hipnotizaron tus labios,
y quizá que me doy cuenta de que a mi inerte vida la guía, tan solo,
la pequeña contradicción que habita en las insignificantes cosas que para mi lo significan todo.



Parte 2

No entiendo las matemáticas básicas en torno a los símbolos,
y es que no me cuadra que uno por uno seamos dos,
permanecemos detrás de la línea, completamente divididos,
y  final del teorema el resultado quiere ser que mas es menos.

Me complica el campo semántico y la dialéctica humana,
entre jadeos y susurros nunca escuche un “me lo repita”
no obstante los conceptos sobre las palabras son infinitos,
hasta el filólogo mas ávido concede, que la mejor palabra es un silencio.

Todo depende del momento.
Todo depende del oído.
Todo depende de la lengua.
De donde la pongas.


Ósea que ha gritos no nos entendemos y en silencio nos escuchamos,
a pesar de los años seguimos estudiando caracteres que plasmar en un papel,
pero silencio solo se puede escribir con la palabra silencio,
porque si se optara por atreverse,
a escribir silencio literalmente, osease no escribir,
pueda tomarse como una ofensa,
o como en mi caso como muestra de analfabetismo y suspender lengua,
como asignatura,
porque ya dije,
todo depende de donde se ponga,
como los acentos.

Donde si creo defenderme realmente es en la lectura,
más sin saber escribir,
supe leerte en las rayitas de las iris,
que me querías,
en el caer de tus pestañas,
que te cansabas,
y en la direccionalidad de tus ojos,
que me dejabas,
mas no supe escribir que te quedaras, y así fue tu bofetada la única respuesta,
el único comentario al folio en blanco de mis labios.


Y tu sin entender que era un poema.



Parte 3

La vida se he empeñado en arrancarme esta ordinaria (y querida) locura:
Léase posología:
Un pequeño ataque de ansiedad cada ocho horas,
no mezclar con las comidas, ni con la noches “que no iba a salir”.
Tres gotas de clarividencia todas las mañanas, tres en cada cornea,
y en cada cuerno.
Un abandono amoroso cada cuatro años.
(No abusar, produce dependencia)
Prohibidas las malas influencias, las pelis de Peter Pan,
los libros de Burroughs, las canciones de los Doors…
…y una larga lista de estupidas sandeces,
Así, como mi propia conducta me dicta todo lo contrario,
me quedare mirando atardecer mientras me vuelvo mas y mas loco.
Y si me abandonan, adiós,
que tengo cosas “menos importantes” que hacer,
(por ejemplo buscar esa pestaña que perdiste la semana pasada)
y si me atacan pues bien,
quizá sea mas divertido que pegar palos de ciego,
ponerle cara al objeto de la rabia será la mejor defensa,
en fin, que me da igual,
si ha de ser prepárenme plaza en algún frenopatico,
pero no pretendan que me tome sus pastillas,
que conserve sus hábitos,
que vea sus programas,
que valla a sus locales,
en fin,
no voy a creerme que la vida esta hecha para los cuerdos,
solo hay que observar la de cada uno, su locura.

Esa en la que se mueven los transeúntes cosmopolitas,
apartando los pies del asfalto para no quemarse,
porque llegamos tarde,
pero a nosotros no nos importa,
salta a la vista que no todos llevamos cresta,
somos anarquistas a nuestra manera,
nihilistas a la de los libros,
llevamos nuestra esquizofrenia con gracia,
no es patológica, no, es más,  voluntaria,
las ganas de matar a veces nos las fumamos en un concierto,
que revuelto de sensaciones da esto de estar locos,
y que revuelto de hipocresías vivir con esa etiqueta,
los que aporrean un “palo” con cuerdas doce horas al día,
o los que viajan solos por las vías de Europa,
los que deciden vivir en la calle sin dinero, sin reglas,
o los que escriben todo lo que sienten.

No se puede ser un genio sin estar loco,
no se donde lo leí ni de que lo recuerdo,
pero lo pienso y le doy vueltas,
después de mucho meditarlo,
me niego a los tratamientos,
me niego a las camisas de fuerza,
resulta que los psiquiátricos (“absurdos inventos”)
los ha creado al miedo a la sabiduría, que,
camuflada de excentricidad,
esconde nuestra forma de ver la vida,
nuestra querida y ordinaria locura.

jueves, 20 de febrero de 2014

Algunos hombres

Hay hombres poderosos que dieron la vuelta al mundo caminando,
especialistas que todos los días se juegan la vida de incógnito,
hay grandes héroes que salvaron aunque fuera su propia vida,
y otros que en nombre humano aterrizaron en la luna.

Conocí un campeón de no se que arte de moto-cross
uno que saltaba treinta metros en cada espectáculo,
encontré en la televisión un chico que comía cristales,
debía ser pariente de una mujer que durmió sobre ellos.

Son famosos los monjes que cruzan brasas con sus pies descalzos,
los extraños sadomasoquistas que se cuelgan de sus pieles,
los fanáticos religiosos que se azotan con cara de orgullo
y muchos desconocidos en los libros de curiosidades.

Sin embargo conozco algunos en la ignota intimidad
que describen el devenir siempre en puntos suspensivos,
en el guion ambiguo del ¿Mañana que are?

Hombres cuerdos al borde de la esquizofrenia,
a punto de oír voces en algún rincón de su cabeza,
luchando contra el síndrome y la monotonía.

Son famosos hacia cuatro calles en torno a la suya,
en el banco donde hacen malabares cada primero de mes,
algunos salieron incluso en las paginas de sucesos,

concretamente,
en la sección de suicidios.

La mayoría vive a cuestas en el equilibrio de la legalidad,
guardándose mas de un puñetazo en cada bolsillo,
esquivando cada día los síntomas capitalistas.

Tienen la costumbre de mentirse demasiado a si mismos,
se protegen de la realidad en la facilidad de la mentira,
despertando siempre con la sensación de que este no es su lugar.

Les sobran revoluciones porque les faltaron revolucionarios,
les faltan libertades porque les colmaron de comodidades,
y en su caso el dinero no llama al dinero sino que lo asusta.

Sin embargo no pueden huir,
y aunque viven como magia,
lo hacen dentro de un sombrero.

Eso sí es vivir al limite.

miércoles, 19 de febrero de 2014

ERROR 404

No me pidáis que piense con la cabeza,
pues me enraíza el corazón en las neuronas,
me sobrecargo si se enfrentan,
y mi sistema se satura.

No pretendáis que camine por la acera,
tengo predilección por las piedras,
a la tercera, ya no tropiezo.

Si me dais un camino llano,
mi sistema se acomoda.

No puedo permitirme acomodarme,
me enerva la prepotencia que da tenerlo todo hecho,
los que lo saben todo,
los que han “ido y vuelto”
cuando tu estas yendo.

Si me enervo, 
mis sistema,
se bloquea.

No voy a ninguna parte con prisas,
pero tampoco me gusta llegar tarde,
solo haberme ganado lo que me coma,
vivir con lo que siento,
despistarme del mundo
y seguir, paso a paso,
con mis pies a dos centímetros del cemento.

Si depende de las reglas,
mi sistema,
no evoluciona.

No me pidáis que sea el más feliz,
que me agobian las sonrisas dibujadas,
el desliz de la mirada que ignora el dolor,
porque las bombas rugen demasiado lejos.

Si me generáis esa sordera,
mi sistema, se inmuniza.

Y no quiero habituarme a base de telediarios,
a mezclar los muertos con los goles,
los secuestros con los golpes de calor,
la noticia cuando no hay noticia.

No quiero que me dosifiquéis pena,
apabullando la rabia,
para que me quede en casa, llorando,
en lugar de salir a la calle,
a romperlo todo.

Si le encerráis,
mi sistema.
se apaga.

No me pidáis que viva eso de ser de hoy,
que sea un moderno agradecido a la industria,
o un apóstol del desarrollo.

No seré nunca de los que ignoran que hay muertos,
sangre y sudores,
para que ellos lloren,
al mediodía,
las cifras del hambre.

No me pidáis que admita que soy libre,
la libertad es demasiado  utópica,
mi cerebro se enfrenta directamente a mi corazón,
y mi sistema,
otra vez,
se sobrecarga.


No me salva ni el reinicio, de mi confuso estado,
me siento independiente como el dedo de un guitarrista,
moviéndome a mi ritmo y en compañía,
pero marginado si evito ir donde va la mano,
y mientras discutimos,
el brazo nos lleva a todos por el mástil,
hacia la nota que la partitura manda.

Mi sistema se frustra,
y no quiero vivir con un sistema en colapso.

Así que he decidido instalar siempre la última actualización,
tener una mente de código abierto,
 y pensar
que a pesar de todo aquel sistema que nos intenta manejar,
podemos ser capaces de manejar nuestro sistema,
escribir nuestra canción
aunque desafinemos,
aunque rocemos el error 404 veces cada día.




Requiem for the jilted generation


Vivir entre la potencia de ansiar el futuro
y la decadencia de morderse el pasado,
quebrar cada hueso del pie,
caminar en círculos por no estar parado,
mirar al cielo y al mar,
para que el suelo no distraiga nuestra trayectoria.

Fingir que nuestra ciudad permanece dormida,
para que el dormido no despierte,
denunciar las hostias como acoso,
para sentir que nuestro acoso fue aún injusto.
Recordar los recreos y el parvulario,
temiendo el geriátrico y sin acercarse a ninguno.

Estudiar los estudios,
comprobar en el espejo que somos nuestros padres.
Silenciar el manejo de aquello con lo que se crece,
ante los que nacen con ello,
obviar que los amantes de Pikachú,
nunca jugaron al mus con Espinete.

Saber que lo luchado sirve,
mayoritariamente para que ahora no se luche,
entender que a quien se le da calabazas puede sembrar,
y recoger con ellas,
aceptar que lo hicimos,
y que el huerto aun comiendo de el nunca fué nuestro.

Buscar una generación perdida,
entre lo que encontramos en la nuestra,
y volar alante y atrás en este columpio,
esperando que se rompa la cuerda.
Soñar que nada cambia,
mientras jugamos  cervezas con las viejas glorias,
emborrachar el espíritu mas que el cuerpo,
para que el corazón camine.

Negar con la cabeza,
diciendo todo mientras observamos al necio,
apretar los puños ante la violencia del pacifista,
y ante la guerra del hippie.
Llorar de una manera u otra,
por cualquier mejor tiempo pasado,
soportar lo malo conocido,
porque lo nuevo empezamos a no entenderlo.

Conjugar, al fin ,demasiados infinitivos,
porque la primera persona duele,
la segunda nunca es segura,
la tercera depende de los anticonceptivos.

Pensar que la idiosincrasia es retrospectiva,
como la moda juvenil,
llevar la edad implícita en los actos,
y no en los documentos,
esperar que el futuro,
cuando te acerques a ser un poco mas viejo,
quizás se parezca al pasado,
cuando eras un poquito mas joven,
que otra vez bailara tu corazón a ritmo de ska y techno,
y que si hay mejora es que las drogas serán obligatorias.

Entonces ya nadie jugará al mus con Pikachú,
Olvidado, Espinete ni siquiera habrá existido,
tu serás como eras cuando eras niño,
comerás flash manchando la camiseta,
ignorante e infeliz sin echar ya de menos,

tu generación y aquellas putas calabazas.