lunes, 10 de marzo de 2014

Trincheras

Ahora está de moda concienciar,
en Internet, 
todo el mundo apoya algo.
Desde su sofá.

O se quejan en los bares 
de los precios,
mientras suenan cucharillas de fondo.
De cafés pagados.

Basta una frase sobre lo malo que es algo
para que se abracen a cualquier movimiento.
Durante un minuto al día.

La gente reivindica un planeta limpio,
través de su Android.
Mientras planta un pino,
marrón,
 en el retrete.

Llueven tiempos crueles,
como casi siempre en alguna parte,
cuando no lo sabíamos.

Pero ahora,
estoy tan mojado de cruel actualidad,
que es difícil escapar de las lecturas,
o del tintineo.

Y aunque apoyo, 
en lo que creo,
desde mi café y mi sofá.
Cada vez más,
aprendo a no quejarme
de aquello por lo que no me ensucio,

al menos,
hasta despejar la duda,

por que no sé,
 si es más injusta una guerra,
que pedir paz,
desde la trinchera.



viernes, 7 de marzo de 2014

Materia


Tengo una colección de colecciones inacabadas, 
una innumerable cantidad de discos estropeados, 
el papel de regalo, de regalos que ni recuerdo, 
y mil poemas que terminan en puntos suspensivos...

Tengo un envoltorio y un caramelo que no coinciden, 
y una montaña de bolígrafos que no escriben. 
Por supuesto que tengo una caja de mecheros que no encienden, 
y en alguna parte una botella de gas para mecheros vacía. 

Tengo una casa que no es mía pero que habito, 
unos hábitos inservibles e indecorosos, 
un síndrome de Diógenes endógeno y latente, 
y un cajón lleno de llaves que no abren nada. 

Guardo juguetes con los que nunca juego, 
libros que nunca he leído, películas que nunca veo, 
y alguna sustancia que nunca consumo. 

Suelo lavar una taza en la que no bebo, 
también lavé ropa que no me pongo, 
tengo cosas que no se para que sirven, 
y cosas que ni se cómo narices se llaman. 

Todas estas piezas son objetos de desecho,
cosas que nadie guardaría
pero que muchos guardamos.
Son recuerdos que reiteran,
que entre tanta materia,
lo material,
nos importa una mierda.

martes, 4 de marzo de 2014

Misiva condicional

Si pudiera llegar a la segunda capa de tu piel,
si pudiera en ella posar un pensamiento.
o si pudiera plantar una semilla en un rincón de tu cerebro.

Si no se quedara en un leer, si pereciera el infinitivo,
si sucumbiera el participio al gerundio
o si fuera el “aún” sustituto eterno del recuerdo.

Entonces puede que de la luz, de la vida, o de la muerte,
de lo que me arrestas o de lo que te quise,
o de todas las cosas del presente simple.

Entonces tal vez sobre,
en un sobre,
sobre tu mano,
mi corazón plano de literatura.

La pelota

Al contrario que la mayoría de la gente yo no me siento envejecer, solo algunas acuciantes veces, así como de repente me invade la sensación de ser muchísimo mas viejo de lo que yo me siento ser.

Una de esas veces caminaba por la acera cuando una sombra esférica se cruzó en mi camino y antes de que pudiera deducir que se trataba de un balón una voz salió impetuosa de la muralla colindante:

-¡Eh!, !Señor! ¿Me puede tirar la pelota?

Entonces hice lo mismo que aquellos señores que me devolvían el balón a través de la tapia de mi colegio, lo cogí con improvisada agilidad lo lancé suavemente a la altura de mi cintura y mientras estaba en el aire le endiñe una patada gritando:

-¡Ahí va!

Esa era la sensación, pensé que con aquel esférico lanzaba también mi último atisbo de juventud, sin embargo hoy, un evidente anciano de esos refunfuñantes que reclaman respeto por el mero hecho de cargar con x años, uno de esos que siempre llaman chaval a cualquier hombre maduro, ese anciano ha reclamado mi atención:

-Disculpe señor, ¿Me diría usted que hora es?

-Las doce y media.

Y ahora si, con la hora se fue la juventud que ni creía ya tener.

No es triste ni me lo tomo a pecho ya que la filosofía que aplica cada uno a la lingüística de la calle es relativa, además para el que no le guste hacerse mayor sirve cualquier excusa como llevar barba para explicar que ya nadie te tutea, pero me doy cuenta que quizá es una de las razones de porque la gente como yo sigue teniendo amigos a mi edad, y es que solo ellos te tutearan siempre poniendo en voz alta la juventud que te queda.

Ahora solo me queda esperar y quizá esa sensación solo la vuelva a tener el día que me llamen “padre”, entonces la gente políticamente correcta seguirá sin entender que mi hijo me llame por mi nombre de pila, que les jodan, no hay que negarse la juventud por el ínfimo hecho de cumplir años ni hay que exigir el respeto por un trabajo tan simple como heredar responsabilidades.

Por eso, quitando esa breve sensación miro el resto del mundo, a los jóvenes opositores a policía que no se porque coño abundan tanto últimamente, a esas parejas de veinte años presas ya de hipotecas, miro alrededor y hasta que alguien me llama de usted no puedo entender porque se marchitan con tanta voluntariedad y con tanta prisa, por eso siempre he sido así, el amigo mayor, o la mala influencia, pero también la luz al final del túnel.