lunes, 24 de febrero de 2014

Ordinaria locura




Parte 1

En cada una de las insignificantes cosas que me “arrebatan”,
encuentro, a veces, tanta importancia, que absurdamente,
lo supuestamente importante resulta que no me importa.

En cada situación bien resuelta, resulto impotente,
falta de fe que me hace creer solo en la casualidad,
al final solo me siento orgulloso de no sentir orgullo.

Otras veces celoso de no sentir celos y perder alguna cosa,
por poseerla con la impropiedad del que reniega sobre la propiedad privada.

Así ando en este confuso mundo de contra-conceptos,
envidioso de no sentir envidia,
cansado de estar cansado porque no me canso.

Comprenderán entonces que mirando una mariposa me olvide de nacer,
que ella se fue con otro porque casualmente me quede mirando su espalda,
que mientras se iba me distrajo la lluvia y por devolverla a cubazos al cielo,
me aticé en la cabeza.

Ahora no recuerdo demasiado…
que no llore en el velatorio de algún primo hermano,
pero sollozaba con un libro de un tal Luca de Tena,
que no supe escucharte porque me hipnotizaron tus labios,
y quizá que me doy cuenta de que a mi inerte vida la guía, tan solo,
la pequeña contradicción que habita en las insignificantes cosas que para mi lo significan todo.



Parte 2

No entiendo las matemáticas básicas en torno a los símbolos,
y es que no me cuadra que uno por uno seamos dos,
permanecemos detrás de la línea, completamente divididos,
y  final del teorema el resultado quiere ser que mas es menos.

Me complica el campo semántico y la dialéctica humana,
entre jadeos y susurros nunca escuche un “me lo repita”
no obstante los conceptos sobre las palabras son infinitos,
hasta el filólogo mas ávido concede, que la mejor palabra es un silencio.

Todo depende del momento.
Todo depende del oído.
Todo depende de la lengua.
De donde la pongas.


Ósea que ha gritos no nos entendemos y en silencio nos escuchamos,
a pesar de los años seguimos estudiando caracteres que plasmar en un papel,
pero silencio solo se puede escribir con la palabra silencio,
porque si se optara por atreverse,
a escribir silencio literalmente, osease no escribir,
pueda tomarse como una ofensa,
o como en mi caso como muestra de analfabetismo y suspender lengua,
como asignatura,
porque ya dije,
todo depende de donde se ponga,
como los acentos.

Donde si creo defenderme realmente es en la lectura,
más sin saber escribir,
supe leerte en las rayitas de las iris,
que me querías,
en el caer de tus pestañas,
que te cansabas,
y en la direccionalidad de tus ojos,
que me dejabas,
mas no supe escribir que te quedaras, y así fue tu bofetada la única respuesta,
el único comentario al folio en blanco de mis labios.


Y tu sin entender que era un poema.



Parte 3

La vida se he empeñado en arrancarme esta ordinaria (y querida) locura:
Léase posología:
Un pequeño ataque de ansiedad cada ocho horas,
no mezclar con las comidas, ni con la noches “que no iba a salir”.
Tres gotas de clarividencia todas las mañanas, tres en cada cornea,
y en cada cuerno.
Un abandono amoroso cada cuatro años.
(No abusar, produce dependencia)
Prohibidas las malas influencias, las pelis de Peter Pan,
los libros de Burroughs, las canciones de los Doors…
…y una larga lista de estupidas sandeces,
Así, como mi propia conducta me dicta todo lo contrario,
me quedare mirando atardecer mientras me vuelvo mas y mas loco.
Y si me abandonan, adiós,
que tengo cosas “menos importantes” que hacer,
(por ejemplo buscar esa pestaña que perdiste la semana pasada)
y si me atacan pues bien,
quizá sea mas divertido que pegar palos de ciego,
ponerle cara al objeto de la rabia será la mejor defensa,
en fin, que me da igual,
si ha de ser prepárenme plaza en algún frenopatico,
pero no pretendan que me tome sus pastillas,
que conserve sus hábitos,
que vea sus programas,
que valla a sus locales,
en fin,
no voy a creerme que la vida esta hecha para los cuerdos,
solo hay que observar la de cada uno, su locura.

Esa en la que se mueven los transeúntes cosmopolitas,
apartando los pies del asfalto para no quemarse,
porque llegamos tarde,
pero a nosotros no nos importa,
salta a la vista que no todos llevamos cresta,
somos anarquistas a nuestra manera,
nihilistas a la de los libros,
llevamos nuestra esquizofrenia con gracia,
no es patológica, no, es más,  voluntaria,
las ganas de matar a veces nos las fumamos en un concierto,
que revuelto de sensaciones da esto de estar locos,
y que revuelto de hipocresías vivir con esa etiqueta,
los que aporrean un “palo” con cuerdas doce horas al día,
o los que viajan solos por las vías de Europa,
los que deciden vivir en la calle sin dinero, sin reglas,
o los que escriben todo lo que sienten.

No se puede ser un genio sin estar loco,
no se donde lo leí ni de que lo recuerdo,
pero lo pienso y le doy vueltas,
después de mucho meditarlo,
me niego a los tratamientos,
me niego a las camisas de fuerza,
resulta que los psiquiátricos (“absurdos inventos”)
los ha creado al miedo a la sabiduría, que,
camuflada de excentricidad,
esconde nuestra forma de ver la vida,
nuestra querida y ordinaria locura.

jueves, 20 de febrero de 2014

Algunos hombres

Hay hombres poderosos que dieron la vuelta al mundo caminando,
especialistas que todos los días se juegan la vida de incógnito,
hay grandes héroes que salvaron aunque fuera su propia vida,
y otros que en nombre humano aterrizaron en la luna.

Conocí un campeón de no se que arte de moto-cross
uno que saltaba treinta metros en cada espectáculo,
encontré en la televisión un chico que comía cristales,
debía ser pariente de una mujer que durmió sobre ellos.

Son famosos los monjes que cruzan brasas con sus pies descalzos,
los extraños sadomasoquistas que se cuelgan de sus pieles,
los fanáticos religiosos que se azotan con cara de orgullo
y muchos desconocidos en los libros de curiosidades.

Sin embargo conozco algunos en la ignota intimidad
que describen el devenir siempre en puntos suspensivos,
en el guion ambiguo del ¿Mañana que are?

Hombres cuerdos al borde de la esquizofrenia,
a punto de oír voces en algún rincón de su cabeza,
luchando contra el síndrome y la monotonía.

Son famosos hacia cuatro calles en torno a la suya,
en el banco donde hacen malabares cada primero de mes,
algunos salieron incluso en las paginas de sucesos,

concretamente,
en la sección de suicidios.

La mayoría vive a cuestas en el equilibrio de la legalidad,
guardándose mas de un puñetazo en cada bolsillo,
esquivando cada día los síntomas capitalistas.

Tienen la costumbre de mentirse demasiado a si mismos,
se protegen de la realidad en la facilidad de la mentira,
despertando siempre con la sensación de que este no es su lugar.

Les sobran revoluciones porque les faltaron revolucionarios,
les faltan libertades porque les colmaron de comodidades,
y en su caso el dinero no llama al dinero sino que lo asusta.

Sin embargo no pueden huir,
y aunque viven como magia,
lo hacen dentro de un sombrero.

Eso sí es vivir al limite.

miércoles, 19 de febrero de 2014

ERROR 404

No me pidáis que piense con la cabeza,
pues me enraíza el corazón en las neuronas,
me sobrecargo si se enfrentan,
y mi sistema se satura.

No pretendáis que camine por la acera,
tengo predilección por las piedras,
a la tercera, ya no tropiezo.

Si me dais un camino llano,
mi sistema se acomoda.

No puedo permitirme acomodarme,
me enerva la prepotencia que da tenerlo todo hecho,
los que lo saben todo,
los que han “ido y vuelto”
cuando tu estas yendo.

Si me enervo, 
mis sistema,
se bloquea.

No voy a ninguna parte con prisas,
pero tampoco me gusta llegar tarde,
solo haberme ganado lo que me coma,
vivir con lo que siento,
despistarme del mundo
y seguir, paso a paso,
con mis pies a dos centímetros del cemento.

Si depende de las reglas,
mi sistema,
no evoluciona.

No me pidáis que sea el más feliz,
que me agobian las sonrisas dibujadas,
el desliz de la mirada que ignora el dolor,
porque las bombas rugen demasiado lejos.

Si me generáis esa sordera,
mi sistema, se inmuniza.

Y no quiero habituarme a base de telediarios,
a mezclar los muertos con los goles,
los secuestros con los golpes de calor,
la noticia cuando no hay noticia.

No quiero que me dosifiquéis pena,
apabullando la rabia,
para que me quede en casa, llorando,
en lugar de salir a la calle,
a romperlo todo.

Si le encerráis,
mi sistema.
se apaga.

No me pidáis que viva eso de ser de hoy,
que sea un moderno agradecido a la industria,
o un apóstol del desarrollo.

No seré nunca de los que ignoran que hay muertos,
sangre y sudores,
para que ellos lloren,
al mediodía,
las cifras del hambre.

No me pidáis que admita que soy libre,
la libertad es demasiado  utópica,
mi cerebro se enfrenta directamente a mi corazón,
y mi sistema,
otra vez,
se sobrecarga.


No me salva ni el reinicio, de mi confuso estado,
me siento independiente como el dedo de un guitarrista,
moviéndome a mi ritmo y en compañía,
pero marginado si evito ir donde va la mano,
y mientras discutimos,
el brazo nos lleva a todos por el mástil,
hacia la nota que la partitura manda.

Mi sistema se frustra,
y no quiero vivir con un sistema en colapso.

Así que he decidido instalar siempre la última actualización,
tener una mente de código abierto,
 y pensar
que a pesar de todo aquel sistema que nos intenta manejar,
podemos ser capaces de manejar nuestro sistema,
escribir nuestra canción
aunque desafinemos,
aunque rocemos el error 404 veces cada día.




Requiem for the jilted generation


Vivir entre la potencia de ansiar el futuro
y la decadencia de morderse el pasado,
quebrar cada hueso del pie,
caminar en círculos por no estar parado,
mirar al cielo y al mar,
para que el suelo no distraiga nuestra trayectoria.

Fingir que nuestra ciudad permanece dormida,
para que el dormido no despierte,
denunciar las hostias como acoso,
para sentir que nuestro acoso fue aún injusto.
Recordar los recreos y el parvulario,
temiendo el geriátrico y sin acercarse a ninguno.

Estudiar los estudios,
comprobar en el espejo que somos nuestros padres.
Silenciar el manejo de aquello con lo que se crece,
ante los que nacen con ello,
obviar que los amantes de Pikachú,
nunca jugaron al mus con Espinete.

Saber que lo luchado sirve,
mayoritariamente para que ahora no se luche,
entender que a quien se le da calabazas puede sembrar,
y recoger con ellas,
aceptar que lo hicimos,
y que el huerto aun comiendo de el nunca fué nuestro.

Buscar una generación perdida,
entre lo que encontramos en la nuestra,
y volar alante y atrás en este columpio,
esperando que se rompa la cuerda.
Soñar que nada cambia,
mientras jugamos  cervezas con las viejas glorias,
emborrachar el espíritu mas que el cuerpo,
para que el corazón camine.

Negar con la cabeza,
diciendo todo mientras observamos al necio,
apretar los puños ante la violencia del pacifista,
y ante la guerra del hippie.
Llorar de una manera u otra,
por cualquier mejor tiempo pasado,
soportar lo malo conocido,
porque lo nuevo empezamos a no entenderlo.

Conjugar, al fin ,demasiados infinitivos,
porque la primera persona duele,
la segunda nunca es segura,
la tercera depende de los anticonceptivos.

Pensar que la idiosincrasia es retrospectiva,
como la moda juvenil,
llevar la edad implícita en los actos,
y no en los documentos,
esperar que el futuro,
cuando te acerques a ser un poco mas viejo,
quizás se parezca al pasado,
cuando eras un poquito mas joven,
que otra vez bailara tu corazón a ritmo de ska y techno,
y que si hay mejora es que las drogas serán obligatorias.

Entonces ya nadie jugará al mus con Pikachú,
Olvidado, Espinete ni siquiera habrá existido,
tu serás como eras cuando eras niño,
comerás flash manchando la camiseta,
ignorante e infeliz sin echar ya de menos,

tu generación y aquellas putas calabazas.