Al contrario que la mayoría de la gente
yo no me siento envejecer, solo algunas acuciantes veces, así como de repente
me invade la sensación de ser muchísimo mas viejo de lo que yo me siento ser.
Una de esas veces caminaba por la acera
cuando una sombra esférica se cruzó en mi camino y antes de que pudiera deducir
que se trataba de un balón una voz salió impetuosa de la muralla colindante:
-¡Eh!, !Señor! ¿Me puede tirar la pelota?
Entonces hice lo mismo que aquellos
señores que me devolvían el balón a través de la tapia de mi colegio, lo cogí
con improvisada agilidad lo lancé suavemente a la altura de mi cintura y
mientras estaba en el aire le endiñe una patada gritando:
-¡Ahí va!
Esa era la sensación, pensé que con aquel
esférico lanzaba también mi último atisbo de juventud, sin embargo hoy, un
evidente anciano de esos refunfuñantes que reclaman respeto por el mero hecho
de cargar con x años, uno de esos que siempre llaman chaval a cualquier hombre
maduro, ese anciano ha reclamado mi atención:
-Disculpe señor, ¿Me diría usted que hora
es?
-Las doce y media.
Y ahora si, con la hora se fue la
juventud que ni creía ya tener.
No es triste ni me lo tomo a pecho ya que
la filosofía que aplica cada uno a la lingüística de la calle es relativa,
además para el que no le guste hacerse mayor sirve cualquier excusa como llevar
barba para explicar que ya nadie te tutea, pero me doy cuenta que quizá es una
de las razones de porque la gente como yo sigue teniendo amigos a mi edad, y es
que solo ellos te tutearan siempre poniendo en voz alta la juventud que te
queda.
Ahora solo me queda esperar y quizá esa
sensación solo la vuelva a tener el día que me llamen “padre”, entonces la
gente políticamente correcta seguirá sin entender que mi hijo me llame por mi
nombre de pila, que les jodan, no hay que negarse la juventud por el ínfimo
hecho de cumplir años ni hay que exigir el respeto por un trabajo tan simple
como heredar responsabilidades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario