martes, 4 de marzo de 2014

La pelota

Al contrario que la mayoría de la gente yo no me siento envejecer, solo algunas acuciantes veces, así como de repente me invade la sensación de ser muchísimo mas viejo de lo que yo me siento ser.

Una de esas veces caminaba por la acera cuando una sombra esférica se cruzó en mi camino y antes de que pudiera deducir que se trataba de un balón una voz salió impetuosa de la muralla colindante:

-¡Eh!, !Señor! ¿Me puede tirar la pelota?

Entonces hice lo mismo que aquellos señores que me devolvían el balón a través de la tapia de mi colegio, lo cogí con improvisada agilidad lo lancé suavemente a la altura de mi cintura y mientras estaba en el aire le endiñe una patada gritando:

-¡Ahí va!

Esa era la sensación, pensé que con aquel esférico lanzaba también mi último atisbo de juventud, sin embargo hoy, un evidente anciano de esos refunfuñantes que reclaman respeto por el mero hecho de cargar con x años, uno de esos que siempre llaman chaval a cualquier hombre maduro, ese anciano ha reclamado mi atención:

-Disculpe señor, ¿Me diría usted que hora es?

-Las doce y media.

Y ahora si, con la hora se fue la juventud que ni creía ya tener.

No es triste ni me lo tomo a pecho ya que la filosofía que aplica cada uno a la lingüística de la calle es relativa, además para el que no le guste hacerse mayor sirve cualquier excusa como llevar barba para explicar que ya nadie te tutea, pero me doy cuenta que quizá es una de las razones de porque la gente como yo sigue teniendo amigos a mi edad, y es que solo ellos te tutearan siempre poniendo en voz alta la juventud que te queda.

Ahora solo me queda esperar y quizá esa sensación solo la vuelva a tener el día que me llamen “padre”, entonces la gente políticamente correcta seguirá sin entender que mi hijo me llame por mi nombre de pila, que les jodan, no hay que negarse la juventud por el ínfimo hecho de cumplir años ni hay que exigir el respeto por un trabajo tan simple como heredar responsabilidades.

Por eso, quitando esa breve sensación miro el resto del mundo, a los jóvenes opositores a policía que no se porque coño abundan tanto últimamente, a esas parejas de veinte años presas ya de hipotecas, miro alrededor y hasta que alguien me llama de usted no puedo entender porque se marchitan con tanta voluntariedad y con tanta prisa, por eso siempre he sido así, el amigo mayor, o la mala influencia, pero también la luz al final del túnel.

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