Parte 1
En cada una de las
insignificantes cosas que me “arrebatan”,
encuentro, a veces, tanta importancia, que absurdamente,
lo supuestamente importante resulta que no me importa.
En cada situación bien resuelta, resulto impotente,
falta de fe que me hace creer solo en la casualidad,
al final solo me siento orgulloso de no sentir orgullo.
Otras veces celoso de no sentir celos y perder alguna cosa,
por poseerla con la impropiedad del que reniega sobre la propiedad privada.
Así ando en este confuso mundo de contra-conceptos,
envidioso de no sentir envidia,
cansado de estar cansado porque no me canso.
Comprenderán entonces que mirando una mariposa me olvide de nacer,
que ella se fue con otro porque casualmente me quede mirando su espalda,
que mientras se iba me distrajo la lluvia y por devolverla a cubazos al cielo,
me aticé en la cabeza.
Ahora no recuerdo demasiado…
que no llore en el
velatorio de algún primo hermano,
pero sollozaba con un libro de un tal Luca de Tena,
que no supe escucharte porque me hipnotizaron tus labios,
y quizá que me doy cuenta de que a mi inerte vida la guía, tan solo,
la pequeña contradicción que habita en las insignificantes cosas que para mi lo
significan todo.
Parte 2
No entiendo las
matemáticas básicas en torno a los símbolos,
y es que no me cuadra que uno por uno seamos dos,
permanecemos detrás de la línea, completamente divididos,
y final del teorema el resultado quiere
ser que mas es menos.
Me complica el campo semántico y la dialéctica humana,
entre jadeos y susurros nunca escuche un “me lo repita”
no obstante los conceptos sobre las palabras son infinitos,
hasta el filólogo mas ávido concede, que la mejor palabra es un silencio.
Todo depende del momento.
Todo depende del oído.
Todo depende de la lengua.
De donde la pongas.
Ósea que ha gritos no
nos entendemos y en silencio nos escuchamos,
a pesar de los años seguimos estudiando caracteres que plasmar en un papel,
pero silencio solo se puede escribir con la palabra silencio,
porque si se optara por atreverse,
a escribir silencio literalmente, osease no escribir,
pueda tomarse como una ofensa,
o como en mi caso como muestra de analfabetismo y suspender lengua,
como asignatura,
porque ya dije,
todo depende de donde se ponga,
como los acentos.
Donde si creo defenderme realmente es en la lectura,
más sin saber escribir,
supe leerte en las rayitas de las iris,
que me querías,
en el caer de tus pestañas,
que te cansabas,
y en la direccionalidad de tus ojos,
que me dejabas,
mas no supe escribir que te quedaras, y así fue tu bofetada la única respuesta,
el único comentario al folio en blanco de mis labios.
Y tu sin entender que
era un poema.
Parte 3
La vida se he
empeñado en arrancarme esta ordinaria (y querida) locura:
Léase posología:
Un pequeño ataque de ansiedad cada ocho horas,
no mezclar con las comidas, ni con la noches “que no iba a salir”.
Tres gotas de clarividencia todas las mañanas, tres en cada cornea,
y en cada cuerno.
Un abandono amoroso cada cuatro años.
(No abusar, produce dependencia)
Prohibidas las malas influencias, las pelis de Peter Pan,
los libros de Burroughs, las canciones de los Doors…
…y una larga lista de estupidas sandeces,
Así, como mi propia conducta me dicta todo lo contrario,
me quedare mirando atardecer mientras me vuelvo mas y mas loco.
Y si me abandonan, adiós,
que tengo cosas “menos importantes” que hacer,
(por ejemplo buscar esa pestaña que perdiste la semana pasada)
y si me atacan pues bien,
quizá sea mas divertido que pegar palos de ciego,
ponerle cara al objeto de la rabia será la mejor defensa,
en fin, que me da igual,
si ha de ser prepárenme plaza en algún frenopatico,
pero no pretendan que me tome sus pastillas,
que conserve sus hábitos,
que vea sus programas,
que valla a sus locales,
en fin,
no voy a creerme que la vida esta hecha para los cuerdos,
solo hay que observar la de cada uno, su locura.
Esa en la que se
mueven los transeúntes cosmopolitas,
apartando los pies
del asfalto para no quemarse,
porque llegamos
tarde,
pero a nosotros no
nos importa,
salta a la vista que
no todos llevamos cresta,
somos anarquistas a
nuestra manera,
nihilistas a la de
los libros,
llevamos nuestra
esquizofrenia con gracia,
no es patológica, no,
es más, voluntaria,
las ganas de matar a
veces nos las fumamos en un concierto,
que revuelto de
sensaciones da esto de estar locos,
y que revuelto de
hipocresías vivir con esa etiqueta,
los que aporrean un
“palo” con cuerdas doce horas al día,
o los que viajan
solos por las vías de Europa,
los que deciden vivir
en la calle sin dinero, sin reglas,
o los que escriben
todo lo que sienten.
No se puede ser un
genio sin estar loco,
no se donde lo leí ni
de que lo recuerdo,
pero lo pienso y le
doy vueltas,
después de mucho
meditarlo,
me niego a los
tratamientos,
me niego a las
camisas de fuerza,
resulta que los psiquiátricos
(“absurdos inventos”)
los ha creado al
miedo a la sabiduría, que,
camuflada de
excentricidad,
esconde nuestra forma
de ver la vida,
nuestra querida y
ordinaria locura.