miércoles, 16 de marzo de 2016

Dietilamida

Hoy he visto un hombre frente a mi,
de apariencia extrañamente familiar,
me miraba como si me conociera,
me escuchaba sin tener que hablar.

No ha salido vocablo de su boca seca,
ni emite sonido de su gutural promesa,
más entiendo claramente lo que expresa,
más comprendo así lo que no explica.

Se ha metido en mis ojos y mis oídos,
ha venido donde siempre ha estado,
y me toca por dentro los sentidos,
y le bebo por dentro su dialogo.

Dice que soy como él, si se describe,
que ama profundamente los animales
pues son mejor gente que las personas,
y dice, que ellos también lo saben.

Dice que el sol moja aun más que el agua,
que el agua llora mas sola que el sol,
que la tierra gime cabalgando su órbita,
que el amor escapa dentro de la radiación.

Me obliga duramente como estricto padre,
a que ladre, a que aullé a todos los vientos,
miramos el mundo en una esquina del aire,
requiere que aprenda a sentir el momento.

Se desenfoca y se va como ha venido,
dejándome en la boca un libro nunca escrito,
y dice que vivirá siempre en mis venas,

que soy yo mismo, pendiente, de ser poema.

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